Beatos mártires de San Joaquín

BEATIFICACIÓN DE LOS MÁRTIRES DE SAN JOAQUÍN

20 DE NOVIEMBRE DEL AÑO 2005.

P. JOSÉ TRINIDAD RANGEL MONTAÑO 1887-1927

Sacerdote de la Diócesis de León, Guanajuato, nació el 4 de junio de 1887, en el municipio de Dolores Hidalgo, Guanajuato. Fue seminarista modelo en la Piedad y disciplina; como estudiante fue aplicado. Sobresalía en las virtudes de la humildad, la caridad y la obediencia. En la revolución carrancista, las tropas ocuparon el seminario y los seminaristas se dispersaron. José Trinidad tuvo la oportunidad de ir a Estados Unidos de Norteamérica, en donde pudo continuar sus estudios. Varias personas amigas intentaron desanimarlo por los muchos peligros que los sacerdotes mexicanos estaban pasando, contestando a todos: “Si Dios quiere que muera en manos de ellos, moriré aun cuando no sea sacerdote, de modo que eso no es obstáculo”.

Volvió de Estados Unidos y fue ordenado sacerdote en el año 1919; desempeño el oficio de vicario parroquial en varias parroquias. En 1922 fue nombrado párroco de Jaripitío y después vicario de Silao. Iba a las rancherías a predicar, confesar y celebrar la Misa.

Obedeciendo el mandato de sus superiores, no aceptó inscribirse en el registro como se lo ordenaba el Presidente Municipal de Silao y se retiró a la ciudad de León y fue a celebrar los oficios de la Semana Santa al convento de las Hermanas Mínimas en San Francisco del Rincón, Gto. El lugar era muy peligroso porque era centro importante de los alzados contra el Gobierno. Algunas personas lo persuadieron para que no fuera, pero él no aceptó, diciendo: “Aunque me muera, ante todo está el cumplimiento del deber”. El viernes de la octava de Pascua, un grupo de soldados federales se introdujo a la casa donde él se resguardaba, para inspeccionarla. Detenido, él les manifestó que era sacerdote y los lugares donde había ejercido el ministerio y en que oficios.

El 25 de abril de 1927, fue llevado prisionero a la estación de ferrocarril de León, en el carretón de la basura, para transportarlo a Lagos de Moreno, Jalisco. El tren se detuvo al llegar al final del kilómetro 491. El P. Rangel, el R.P. Andrés Solá y Leonardo Pérez fueron obligados a bajar del tren, en compañía de 10 soldados y un oficial; se alejaron unos 50 metros de la vía y fueron fusilados. A los tres se les dio el tiro de gracia.

R.P. ANDRES SOLA MOLIST, CMF 1895-1927

El Padre Andrés Solá fue un cristiano consecuente con su fe, que derramó su sangre por Jesucristo, en el México de la persecución religiosa. Un misionero de vida sencilla y fervorosa, tuvo un deseo constante y firme de servir a Dios con todo el corazón, y agotar sus fuerzas a favor de sus hermanos.

Sacerdote profeso de la Congregación de los Misioneros hijos del inmaculado Corazón de la Virgen María. Nació el 7 de octubre de 1895, en Taradell, provincia de Barcelona (España), Diócesis de Vich. Sus padres, siendo humildes campesinos supieron transmitir al pequeño Andrés una sólida piedad cristiana. Se confesaba cada ocho días desde su Primera Comunión que recibió a los doce años. Hizo la profesión religiosa el 15 de agosto de 1913 y fue ordenado sacerdote en el año 1922. Fue destinado por los superiores a la provincia de México a donde llegó el 20 de agosto de 1923.

Dejaba la patria y la familia, puso todas sus dotes al servicio misionero de la Palabra de Dios, desempeñándose como catedrático y como predicador en la ciudad de Toluca y numerosos pueblos de la comarca.

En diciembre de 1924 fue enviado a León, Guanajuato, donde como misionero y predicador, trabajó hasta 1925, año en que el Presidente de la República Mexicana, Plutarco Elías Calles, decretó la expulsión de todos los sacerdotes y religiosos extranjeros, especialmente españoles.

En el año 1925, cuando las leyes del Gobierno sólo permitían ejercer el ministerio a sacerdotes mexicanos, él decidió hacer su apostolado en oculto, en las casas de amigos. No aceptó retirarse de México, mientras pudiera observar fielmente el ministerio que sus superiores le habían ordenado, porque no debía dejar sin pastor a su grey. Permaneció oculto en casa de las señoritas Josefa y Jovita Alba, donde también se hospedaban el Padre José Trinidad Rangel y el laico Leonardo Pérez. Los dos sacerdotes se prestaban a ejercer su ministerio en la ciudad, en cuanto les era posible. En el oratorio de la casa donde se hospedaban, celebraban la Misa y guardaban el Santísimo. El domingo 24 de abril fueron aprehendidos por los soldados y la policía, el padre Solá y el señor Leonardo Pérez. El mismo domingo 24 de abril, por la tarde, fueron juzgados por un tribunal improvisado. La acusación era de haber tenido parte en el descarrilamiento del tren de Guadalajara. El padre Solá se defendió diciendo: “Señor general, séame lícito manifestar que no tengo más crimen que el de haber cumplido mi deber de sacerdote y misionero. Sepan, pues, ustedes que tanto por eso como por ser extranjero no me pueden fusilar”. “También para extranjeros tenemos balas”, contestó alterado y con desprecio el juez. Atormentado por los militares, fue conducido en un camión de basura a la estación del ferrocarril. Entre las estaciones del ferrocarril denominadas Los Salas y Mira, en un sitio despoblado, perteneciente al rancho de San Joaquín, bajó un oficial con unos 10 soldados y se dirigió al vagón donde estaban los prisioneros y los hizo bajar del tren. Comenzaron a descender hacia el fondo de la hondonada por la derecha de la vía, y los fusilaron.

LEONARDO PÉREZ LARIOS, LAICO 28 de noviembre, 1889-25 de Abril, 1927.

Fiel cristiano laico, soltero, nació el día 28 de noviembre de 1889, en la ciudad de Lagos de Moreno, Jalisco, de la Arquidiócesis de Guadalajara, ahora de la Diócesis de San Joaquín de los Lagos. Fue un muchacho serio, piadoso, obediente a sus padres, ocupándose en el trabajo de su rancho y dedicándose más tarde en el comercio en León como empleado del establecimiento La Primavera. Vivió fuera de la casa de su familia.

Profundamente religioso, frecuentaba con regularidad los Sacramentos y era especialmente muy devoto a la Santísima Virgen, venerándola de modo especial bajo el título de la Inmaculada Concepción. Ante esta imagen, en su rancho de Saucillo, oraba con gran fervor, especialmente durante el mes de mayo.

Deseaba ser religioso y por eso se asoció a una devota institución que tenía como finalidad preparar vocaciones juveniles a la vida consagrada. Perteneció a este grupo diez años, distinguiéndose por su devoción al Santísimo Sacramento. Un testigo de aquel tiempo dijo: “Era el más fervoroso, el más servicial y obediente; siempre que teníamos la Adoración Nocturna, escogía la hora más pesada de la noche, y algunas veces cuando éramos pocos, suplía a los demás en las horas desiertas, a pesar de estar cansado por haber trabajado todo el día”.

Fue capturado cuando participaba en una Hora Santa de adoración a la Eucaristía, estando presentes los Padres Andrés Solá Molist y J. Trinidad Rangel Montaño, en la casa de su refugio. Llegó a manifestar: “Anhelo se mártir de Cristo Rey”.

Los soldados que lo detuvieron creyeron que era sacerdote. Leonardo dijo: “Sacerdote no lo soy, pero católico, apostólico y romano, eso si”. Los soldados continuaron el registro de la casa y detuvieron también al P. Solá y al P. Rangel. Fueron conducidos al Seminario de León, convertido en Comandancia Militar, en donde fueron objeto de insultos y desprecios.

Ese día 24 de abril a las 8:00 de la noche, fueron conducidos en un camión de basura, y al día siguiente 25, a la estación del ferrocarril de León. En un sitio perteneciente al rancho de San Joaquín, en despoblado, los fusilaron.